«Siento ahogo», «Me siento atrapad@», «Siento una tensión en el estómago todo el tiempo», «Me bloqueo, solo siento bloqueo», «No siento nada», «Siento un peso que me agota», «Me paralizo», «No puedo parar de hacer cosas», «Estoy hiperactivad@», «No se ni explicar que me pasa», «Siento un miedo en el cuerpo, como si algo me fuera a hacer daño o algo malo fuera a pasar», «Se me descompone el cuerpo», «Sensación de naúseas», «Mucho calor», «Mucho frío», «Nada de hambre, cómo si se me hubiera cerrado el cuerpo», «Asco», «Un vacío, como si lo tuviera que llenar con lo que sea», etc.
Todo esto nos cuenta nuestro cuerpo y más cosas.
Mucho del trabajo en terapia es con el cuerpo, con las narrativas corporales que nuestro cuerpo guarda y va generando. Es un trabajo delicado, de una escucha diferente, de una confianza distinta. Un trabajo de poquito a poco. Sin exigencias, desde el respeto a lo que el cuerpo sostiene cada día, y a lo que quiere y puede contar y hacer.
A veces no habrá palabras, sólo habrá sensación. A veces podremos dibujar eso que sentimos, trasformarlo en un código. Incluso podremos ponerle palabras, ver dónde se generaron esas sensaciones a lo largo de nuestra vida. Ver los pensamientos y emociones asociados. Otras sólo podremos acoger lo que hay y desde ahí ayudarnos.
El trauma se graba en el cuerpo, y bajo sensación percibida o real de amenaza el cuerpo activa defensas. Lo hace de forma automática. Y esta pandemia está activando muchas narrativas corporales, antiguas y nuevas.
Si alguien sufrió trauma, las defensas antiguas tenderán a activarse, las que cada persona aprendió para sobrevivir, volverán para tratar de proteger.
Muchas personas que acuden a terapia, quieren rápidamente ordenar la mente y las emociones, poner palabras. Y eso está muy bien, en ocasiones es suficiente con eso. Pero muchas otras veces para poder realizar un trabajo de reparación profundo, será preciso aprender a conocer el cuerpo, traducirlo, fiarse de él, ayudarle y acoger esas sensaciones, acompañar y cuidar esa narrativa única, grabada en cada un@ de nosotr@s en forma de sensaciones. Y este trabajo será más lento, el cuerpo ha de sentir la seguridad suficiente como para poder explorar nuevas formas de reaccionar.
Las sensaciones asustan porque no las controlamos, casi siempre queremos que se quiten lo más rápido posible, que desaparezcan, que nos «dejen funcionar». Y sin embargo son la única vía que nuestro cuerpo tiene de pedir ayuda, de contarnos cosas. La única forma es mirarlas y yo diría que acunarlas, como cuando se se mira y se cuida a un bebé, que sin palabras nos lo puede contar todo.
Entendernos de esta forma, abrirá niveles de comprensión que vendrán desde un lugar más intuitivo, pero muy necesario.
Os envío un abrazo y os animo a escuchar vuestras narrativas corporales. Para mí el descubrimiento de mi cuerpo abrió una puerta preciosa de autoconocimiento muy sanador, con puntos dolorosos también, pero el dolor cuando es escuchado, se convierte en alivio. Cada sensación se trasformó en una ventana para poder ayudarme cada vez mejor.
Espero que vuestro viaje sea reparador.