Niñ@s interiores protegiéndose. Ajustes creativos.

Del automatismo a la comprensión.

A veces durante nuestra vida hemos podido vivir en entornos no demasiado adecuados o simplemente situaciones que no eran muy amables. Hemos podido sufrir o ver agresiones, abusos, adicciones, negligencia, abandonos físicos o emocionales, situaciones de vulnerabilidad económica o social, enfermedades, fallecimientos, cambios difíciles, etc.

Cuando eso sucede y no hay sostén para organizar y acompañar dicho suceso adecuadamente, el ser humano genera maneras de ponerse a salvo.

En la consulta solemos ir poco a poco analizando las historias de vida de cada persona, y al hacerlo solemos encontrarnos de manera muy frecuente con ese niño o niña que tuvo que aprender a protegerse de la forma que mejor pudo para sobrevivir emocionalmente.


Esos “mecanismos de defensa” o “ajustes creativos” (término que me gusta más) para mí son siempre sagrados. Cada persona hizo lo que pudo durante su infancia:

-Congelarse desconectándose del cuerpo o las emociones para no enterarse de nada y poder resistir a situaciones de negligencia, abandono, maltrato.

-Hiperconectarse con el cuerpo y las emociones haciendo mucho ruido porque era la única forma de que les vieran.

-Ser agresiv@ para dar miedo y no conectar con el propio miedo o la propia vulnerabilidad, sintiendo así algo de control y protección.

-Ser el gracios@ o chistos@ para distraer o distraerse de las partes duras o dolorosas.

-Amoldarse a tod@s para pertenecer, ser querid@s y no rechazad@.

-Ser rebelde para defender una identidad constantemente invadida o invalidada.

-Instalarse en el cuidado a otras personas, como forma de ser reconocid@ o tener sensación de control.

-Instalarse en el pasotismo para no conectar con la necesidad de conexión cuando no había nadie disponible para ello.

-Instalarse en la duda continua para no conectar con las propias necesidades o preferencias porque igual cuando se conectó dolió o no se podía; o para no asumir lo que un@ quiere cuando desde fuera sólo se recibía cuestionamiento o invalidación de esas necesidades.

-Ser perfect@ para sentir el control en alguna parte de la vida y bajo el anhelo de ser querid@ o vist@ en algún momento.

-Ser un desastre para no decepcionar a quienes siempre esperan lo imposible o quienes nunca valoran nada, y así no sentir fracaso continuo.

-Instalarse en el miedo o por el contrario en el no miedo, para desde ahí generar sensaciones de control desde la evitación constante o el afrontamiento constante, nos venga bien o no.

-Ser obsesiv@ para sentir sensación de control y estar más en la mente para no enterarse de las partes más emocionales.

-Aferrarse a la culpa como forma de dar sentido a limitaciones propias de cualquier ser humano (sobre todo si se es pequeñit@) o sensaciones de no ser capaces, o para proteger el vinculo con quienes no cuidaban suficientemente bien o pedían cosas imposibles, dirigiendo ese juicio hacia dentro en vez de hacia fuera.

-Dejar en algún lugar de la mente o del cuerpo, en el «olvido», aquello que fue tan doloroso que era imposible seguir adelante si no era disociándolo en un cajón a parte, dejando quizás un rastro confuso y borroso, pero sin sobresaltar a las partes funcionales.

Estos son algunos ejemplos, hay muchos más. Son mecanismos que nuestr@s niñ@s internos adoptaron sin ser conscientes, nunca son decisiones voluntarias. Han podido ser útiles, probablemente lo mejor que pudimos hacer, dentro de lo malo lo menos malo, en un esfuerzo creativo de nuestro sistema para poder adecuarnos a nuestro contexto con los recursos disponibles.

Ya como adult@s podemos mirar esos recursos desplegados, a través de la comprensión y el entendimiento profundo, y ponerlos a nuestro servicio. No se trata de eliminarlos, se trata de dejar de ser esclav@s de ellos. Normalmente salen de forma automática y no tenemos la libertad real de hacerlo de otro modo. Es como un lenguaje que sale sin pensarlo.
El problema no es que existan (son sagrados), lo que puede ser perjudicial es que solo sepamos relacionarnos con la vida, con las demás personas y con nosotr@s mismos en esas coordenadas, las cuales quizás ya no nos sirven tanto o no siempre. El problema es que se activen automáticamente y tomen el control de nuestra vida sin que realmente podamos revisarlos.

  • Conocerlos desde la curiosidad y el interés de poder comprender la historia de ese recurso, incluso desde el agradecimiento de haber podido hacer, al menos, eso. ¿Cuándo y dónde comencé a hacer eso?
  • Entender el dolor, el miedo, la tristeza, la vergüenza, la soledad, la rabia que hubo o hay debajo. ¿Qué podía estar pasando y cómo podía ser eso para mí?
  • Ver que ahora hemos crecido y podemos aprender otras formas más adaptativas de protegernos y de relacionarnos. ¿Qué otras cosas puedo hacer ahora o aprender?
  • Ver que aquellos peligros ya pasaron, que nuestr@s niñ@s se salvaron, que hemos salido adelante.
  • Aterrizar en l@s adult@s que somos y darnos cuidados de modos más actualizados y más saludables.
  • Todo ello y algunas cosas más, será el trabajo.

Habrá que establecer un diálogo interno con esos niños y niñas, un entendimiento, una conexión, para ir reparando poco a poco, para hacerle entender a esa parte nuestra que ahora podemos hacerlo de otro modo. Es un trabajo delicado y de poco a poco, pero que resulta siempre muy sanador y gratificante.

Y yo cada vez que presencio todo esto no puedo más que emocionarme.

Agradecida a mis pacientes y a sus niñ@s intern@s.

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